lunes, 18 de abril de 2011

Lindo inicio de Semana Santa


El recién transcurrido fin de semana fue sin lugar a dudas memorable. Nuevamente las calles de la Guatemala de ayer, de hoy y de siempre se tiñeron de colores. En cada esquina se respiró ese delicioso aroma incienso que el cucurucho tanto ama.

El sábado 16 de abril, Jesús Nazareno del Consuelo, bendijo los viejos barrios de esta urbe bella rica en tradiciones. Las notas de las marchas fúnebres retumbaron en cada esquina. El mensaje procesional de sábado anterior a Ramos, bello, simple y elocuente: La cruxificción. Cuando Poncio Pilatos se lavó las manos por el cerramiento de la sangres de un justo.

La alegoría del anda de domingo de Ramos de Jesús Nazareno de los Milagros, también mostró un mensaje muy evangelizador, tomado del evangelio de Mateo 16 los versículos del 24 al 28: El que quiera seguirme que tome su cruz y que renuncie así mismo.

Sin duda los cucuruchos y devotas vivimos un intenso fin de semana, lleno de emociones. Yo he de reconocer que empiezo a sentir nostalgia por lo que ya se fue, pero pronostico más hermosos momentos al lado de nuestras veneradas imágenes de pasión.

viernes, 15 de abril de 2011

En la víspera

Hoy ya es viernes de dolores, día dedicado al dolor de nuestra madre la Santísima Virgen María. Acá en Guatemala muchas cosas suceden un viernes de dolores. Muchos cucuruchos ya han alistado sus túnicas, paletinas y cinturones y en todas las parroquias donde sale procesión en los días de la semana santa hay gran actividad.

Un hermoso día, lastima que tenga que trabajar, pues eso evita que lo disfrute al máximo. La venerada imagen del Señor Sepultado de Santa Catalina se procesiona hoy en el interior del templo. Además hay un hermoso concierto de marchas fúnebres en la iglesia de Candelaria a cargo del maestro Carlos Enrique Gómez Figueroa.

En el templo de la recolección se realiza el traslado del anda, donde mañana se procesionará la bella imagen de Jesús Nazareno del Consuelo. Tal escultura estará en disposición para el culto de los fieles y devotos cargadores hoy, previo a que se coloque en el mueble de 110 brazos.

En el Santuario Arquideocesano del Señor San José, también se realiza el traslado del anda procesional. Díganme si no es un maravilloso día.

Disfrútenlo hermanos y hermanas cucuruchos y devotas, amigos todos en Cristo que nos fortalece.

lunes, 11 de abril de 2011

Cucuruchísimos


PUBLICADO EN elPeriódico el domigno 10 de abril


Cucuruchísimos

Las marchas fúnebres suenan en sus teléfonos todo el año. No importa si están enfermos o recién operados, faltar a una procesión es imposible. Pueden pasar cuatro días con sus noches a la intemperie para comprar un turno. Son, en definitiva, los que más esperan la Semana Santa.

“La gente cree que somos animales raros”, dice Juan Castillo, un joven que no alcanza los 30 años, lleva una camisa morada, una pulsera del mismo color le abraza la muñeca y, es extraño, pero parece que su mirada tuviera un resplandor púrpura. “Yo pongo el morado penitente por encima de todo, incluso por encima del azul y blanco de mi bandera”, afirma y los demás asienten sin dudarlo. Están reunidos en la casa de Ovidio Castro Conde, en un salón donde los muebles fueron despachados para dejarle espacio a la alfombra de aserrín. Suelen juntarse allí para grabar un programa que transmiten por internet o para actualizar las entradas a su blog o a su página en internet. Espacios dedicados exclusivamente a hablar de la vida del cucurucho.


Quizá la gente piense que son bichos raros porque el Viernes Santo, irremediablemente, una depresión se abalanza sobre ellos, no hay forma de esquivarla o de recibirla con paraguas, vienen días difíciles. “Es terrible, pensar que faltan 360 días para otra Semana Santa”, manifiesta Juan y a su lado Ovidio se pasa el dedo índice por las dos muñecas, como quien se corta las venas, “es aquella impotencia y aquella desesperación indescriptible, de que esto se va de las manos y hay que esperar 300 días para que llegue la Cuaresma, eso es muy duro”, destaca.


Para amortiguar el dolor, los meses siguientes se reúnen a ver videos de las procesiones, a hablar de las andas y a pensar con añoranza que cada día que pasa es uno menos de espera. “Lo más importante que tengo en la vida es ser cucurucho”, declara Juan y los demás agachan la mirada en señal de respeto. “Nos entristece porque nos gusta la Semana Santa, pero eso no quiere decir que no vivamos la alegría de la resurección. No nos quedamos con un Cristo muerto, sino vivo en nuestros corazones” aclara Juan. Viven para ser cucuruchos. Esas son algunas de las razones por las que los creen bichos raros.


Jorge Ordoñez llegó a la puerta de la iglesia un miércoles, fue el primero en la fila para comprar un turno para cargar. La venta empezaría el domingo. No importaba que tuviera que pasar cuatro noches a la intemperie, no podía darse el lujo de perder la oportunidad de cargar. Por eso durmió recostado en los muros del templo y esperó, con más emoción que paciencia, que llegara el día. “Hay muchos turnos que se heredan, gente que ya no tiene que ir a hacer la fila y se los guardan, por eso me fui desde el miércoles para estar seguro de que lo iba a conseguir”, expresa heroico.


Y es que para ellos una Semana Santa sin cargar es impensable. Nadia Díaz tenía una bebé de 20 días de nacida en Semana Santa. El médico le dijo que con menos de un mes de haber dado a luz era imposible que cargara, pero para ella era imposible no hacerlo. Así que fue, con la madrileña bien colocada a la procesión, y llevó a la Virgen en hombros. Su hija se llama Mercedes, porque ella y su esposo son devotos de la iglesia de la Merced.

Su esposo es Jorge Ramírez, dueño de una tienda de insumos para imágenes y cucuruchos, que tampoco es capaz de perderse una procesión. De hecho él y Nadia se conocieron en Semana Santa, Jorge anotó el número de teléfono de ella detrás de su turno y tiempo después le pidió matrimonio. Tienen dos hijos, cucuruchitos, por supuesto. La maestra del niño mayor los llamó preocupada: “su hijo pinta todo de morado y negro, no le interesa otro color”, les contó y quizá esperaba que los padres se asustaran, que buscaran un psicólogo, pero por el contrario, aquello los llenó de orgullo, su niño ya había absorbido ese amor por la Semana Santa que ellos tienen.



Porque el “cucuruchismo” se transmite generalmente de padres a hijos, casi se nace siendo cucurucho. Ovidio carga desde que tiene uso de razón. Su abuelo ofreció al Señor del Calvario que lo cargaría si su hija menor nacía sana, los médicos ya le habían advertido que habría complicaciones. Pero la niña vivió y en perfectas condiciones, por eso el abuelo cumplió su promesa y llevó en hombros la imagen de Cristo. Desde entonces la tradición se enraizó en la familia.


La idea de cargar, sin importar lo que pase, la trae Ovidio desde niño. Recuerda muy bien la vez que, ardiendo en fiebre, su madre le dijo que no cargaría ese año. Fue una de las peores noticias que podría recibir. Pero al menos quería estar cerca de la procesión, por eso se escondió en el baúl del carro, esperó a que la familia estacionara y empezó a golpear con fuerza. Los padres lo descubrieron y no faltó la regañada respectiva, pero a él no le importó porque pudo ver de cerca al Cristo de su devoción. Regresó sudando y con escalofríos, pero en las pupilas todavía se le reflejaba la imagen del anda.
Juan tuvo que firmar un documento en el que exoneraba de toda responsabilidad a los médicos y al hospital donde estaba internado. Fue la única forma que encontró para que lo dejaran salir a ver a Cristo iluminado de la Recolección. Fue a la procesión, la vio y regresó a internarse.
Ser cucurucho, es cosa de hombres

El martes de Carnaval, Ovidio, Juan, Jorge y sus demás amigos se reunieron para celebrar el año nuevo. Su propio año nuevo. Era el inicio oficial de la cuaresma. Esperaron a las doce y se abrazaron entre el ruido y el humo de los cohetes, empezó “su” año. Porque los cucuruchos no son como las demás personas.


“Somos una clase aparte”, menciona Jorge Ramírez, “vivimos de otra forma, nos afectan menos las cosas que se dan en el entorno normal de un ciudadano, podemos hasta ser más alegres y vivimos más felices que la media de guatemaltecos. Estar involucrados con la imagen de Jesucristo nos da felicidad”, explica.


Y, ya se sabe, todos los cucuruchos quieren que la anda de la imagen de su devoción sea la más grande, la mejor adornada y la más iluminada. Por eso suele haber rivalidad entre hermandades: “A veces salen dos procesiones y alguien quiere pasar primero por la calle porque a la que primero pasa se le hace la mejor alfombra, a la que sigue solo se le tira pino. Alguien quiere la mejor banda para su imagen y que si alguien ya la contrató, son cosas así que hacen que haya rivalidad”, detalla Ovidio. Las bandas pueden cobrar hasta Q100 mil por un día.


Pero si la imagen de devoción de una mujer es Cristo Rey, tendrá que conformarse con verlo pasar en hombros de los hombres, porque ellas solo pueden cargar a la virgen. De hecho las mujeres no pueden ser cucuruchas. El “cucurucho” es el gorro del traje, que las mujeres no tienen permitido utilizar. Ellas llevan mantilla y se llaman devotas. “Tendrían todo para ser cucurucho, pero lamentablemente ser cucurucho es cosa de hombres, así de sencillo”, cuenta Jorge Ramírez.


Se sabe que muchas chicas se esconden bajo la holgada túnica morada, llevan gafas oscuras y en un momento inesperado se cuelan entre los hombres, llevan a Jesús unas cuantas calles y desaparecen entre la muchedumbre.

“Créeme que se nos ha pasado por la cabeza, pero nunca lo hemos hecho”, dicen Gaby, Nadia y Ana, tres devotas desde la infancia.


“Somos devotas de Cristo y por eso nos gustaría cargarlo, pero respetamos”, agrega Ana. En 2000 tuvieron la oportunidad de llevar el anda de Jesús, por el nuevo milenio la hermandad organizó una procesión en la que extraordinariamente se les permitió a las mujeres cargar. Fue una experiencia que no olvidarán.


Nadia apunta algo importante: “Antes las mujeres ni siquiera podían cargar”. En los archivos de La Merced están los registros de sus tatarabuelos cargadores, por décadas su familia ha llevado en hombros a Jesús, pero entre los nombres no hay ninguna mujer, la primera fue la madre de Nadia, su abuela, bisabuela y demás nunca pudieron cargar.
Turnos de honor

Julio es un cucurucho con suerte. Una Semana Santa más calurosa de lo habitual le llegó un regalo que muy pocos han tenido: uno de los cargadores asignados de sacar el anda no llegó. “¿Hey, querés cargar?”, le dijeron y fue entonces cuando se hizo el milagro, logró sacar a Jesús de la iglesia, el turno más deseado por todos.


Conseguir el turno de salida no es nada sencillo. Cuesta, el más caro, Q650 y no puede comprarlo cualquiera. Para poder adquirirlo hay que heredarlo, solo si el padre lo ha tenido podrá gozarlo el hijo. “Todos los turnos deberían ser considerados de honor”, piensa Juan, “pero tener el privilegio de levantar a Jesús de su dosel y sacarlo a la calle es algo importante”, describe. Además es el turno más largo, puede durar hasta 20 minutos, mientras que uno normal únicamente alcanza los 10.


Una de las devotas cuenta la historia de su abuelo, había cargado toda su vida y nunca pudo sacar a Jesús de la iglesia, hasta un año en que, golpe de suerte, un cargador faltó y él tomó su lugar. Ese mismo año murió, cumplió el sueño de su vida justo a tiempo.


Manuel García tiene 54 años de cargar. Lo hace porque le nace del corazón, “son cuestiones puramente de fe”, explica. Carga en La Recolección, El Calvario, Santo Domingo, “mejor pregúnteme dónde no cargo”, dice entre risas. Pero a diferencias de los cucuruchos jóvenes para Manuel que termine la Semana Santa no es motivo de tristeza. “Yo el Viernes Santo guardo todo, y el Domingo Jesús resucita en mi corazón y ya no escucho más marchas”, cuenta, “estos muchachos hacen el nacimiento oyendo marchas y no estoy en contra de eso, me parecen geniales, pero para mí cada cosa a su tiempo”. Manuel aprendió la tradición viendo, su madre no lo impulsó a que cargara, fue, a pesar de que era niño, una decisión personal que ha guardado por más de medio siglo como un acto de fe en Cristo.


Ser cucurucho no es tan sencillo, sufren ataques de quienes no comprenden esa tradición, “nos llaman adoradores de ídolos”, formula Juan, “pero yo siempre les recuerdo a quienes nos atacan un texto que escribió mi padrino, él decía: “Sí en la época en la que vivió Jesús hubieran existido las cámaras ¿no te hubiera gustado tener una foto de él para abrazarla cuando te sientas mal?, ¿te considerarías idólatra?”.



“Ser cucurucho es todo para mí, es mi vida, es lo que me llena y por lo que vivo”, dice Jorge; “nosotros somos un círculo y es bien diferente la gente que está afuera”, cuenta Nadia; “somos gente que hace el nacimiento oyendo marchas”, recalca Ana.


Ser cucurucho es algo más que tradición, coinciden todos. Es una forma de vida.


Memorias del cucurucho

Las páginas del grupo
de cucuruchos son:


http://memoriasdelcucurucho.jimdo.com/
soycucurucho.blogspot.com


Su programa radial se transmite los sábados de 12:30 a 13:00 horas por “Radio Eventos Católicos 940 AM”.
El programa de internet se puede observar los martes y jueves de 21:00 a 22:00 horas en http://www.livestream.com/memoriasdelcucurucho.