Eran los años finales de la década de los 80s del siglo pasado, la procesión infantil de Candelaria aun salía domingo y al terminar de esa jornada tan esperada, mis deseos de niño eran salir corriendo a ver al Señor de la Caída con mis papas y mis hermanos.
Jesús nazareno de la Caída de San Bartolome de Becerra nos cautivo desde niños y su procesión era sin duda una de las más esperadas. Hoy muchos años después puedo participar activamente como cucurucho en las actividades de tan esperado fin de semana, comenzando el viernes con la velación y el sábado con todo ese ambiente previo a uno de los domingos más esperados del año. Hoy que estamos tan cerca de este fin de semana empieza una mezcla de emociones que solo los cucuruchos comprendemos. La ansiedad de estar de nuevo caminando junto tan bello nazareno. el recuerdo de mi madre ahora físicamente ausente pero siempre en mi corazón, el deseo de que pronto mi hermana lo viva con nosotros nuevamente pero sobretodo el amor con el que lo comparto con todas esas personas que me han acompañado y que de nuevo me harán el honor de de su compañía. Esto es el gran amor de Cristo, que nos permite amar nuestras tradiciones y amar a la gente con las que las compartimos y eso como el mismo lo dijo " En esto conocerán todos que sois discípulos
míos: si os tenéis
amor los unos a los otros» (Jn 13,31-35).
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