A veces amar y estar dispuesto a dar la vida por los nuestros es sencillo. Dios quiere que amemos al enemigo y que estemos dispuesto a entregar nuestra vida por él.
Con el favor de Dios hemos
llegado a una Semana Santa más. La Iglesia Católica universal nos ha preparado
a lo largo de poco más de 40 días para la fiesta del triunfo del señor, el día
en que Cristo venció a la muerte.
En el camino nos hemos encontrado con las
tentaciones, con el llamado de nuestro
Padre a escuchar a su hijo, la exhortación de Jesús a ser pacientes y esperar
un año más a que la higuera de sus frutos.
También nos hemos encontrado las
sabías enseñanzas de Jesucristo mediante la hermosa parábola del Hijo Pródigo, el pasaje de la mujer adúltera y finalmente hemos dado lectura a la Pasión de
Cristo.
Cada evangelio merece momentos de
profunda reflexión. Dios nos hace una invitación a cambiar nuestra vida llena
de pecado.
En efecto nunca estaremos libres de los tropiezos, pero vale la pena
hacer el esfuerzo por tomar distancia.
Durante esta preparación Jesús nos
pide que no juzguemos al prójimo, nos invita a
pedir perdón, como lo hizo el hijo prodigo, pero sobre todo nos exhorta
a perdonar, como lo hizo el padre.
La iglesia nos ha preparado para el triduo pascual, el cual
finalizará con la gloriosa resurrección de Jesucristo.
El llamado en estos días
de guardar, es tratar de comprender el mensaje de amor que Dios Hijo tiene para
nuestras vidas. Este año denominado por
la madre Iglesia, como de la Misericordia
debemos resucitar con Cristo y buscar la misericordia de Dios en el prójimo, incluso
en el enemigo.
¿Amas a tu hija? Me preguntaron
en cierta tertulia de sobremesa, sí respondí. ¿Darías tu vida por ella? Sin
pensarlo, le dije. Eso es fácil, dar la vida por quien amas, lo difícil es amar
al enemigo y dar la vida por él, me respondieron.
Y es eso es lo que nos pide Jesucristo en este año
de Misericordia. Sintamos esa empatía con el necesitado, calcemos al descalzo, démosle
abrigo al que no tiene.
¿Es sencillo? No lo es, pero es
lo que Dios espera de nosotros.
Ojala que estos días de penitencia y oración
nos sirvan para arrodillar el alma y no solo el cuerpo, ojala podamos encontrar
la paz y el perdón para el prójimo, pero sobre todo que se nos abra la puerta de la caridad y la
misericordia.