miércoles, 15 de abril de 2009
Mi Cucurucho...
Calma, ya llegaste. No perderás el turno. Ya estás aquí, apresurado, pero justo a tiempo. Ya vienes otra vez, con tu túnica morada, con tus manos enguantadas, la cámara lista, el capirote bien planchado y los zapatos lustrados. Se te nota el entusiasmo. Yo que te conozco tan bien sé lo mucho que has esperado este momento, pero debes saber que yo también lo he esperado, quizás mas que tú. Mi motivación es otra y es que deseo que ojala éste año si sea el definitivo, que éste sea en el cual por fin, después de tantos años de vernos cada Viernes Santo, o Jueves Santo, o Domingo de Ramos… me empieces a conocer y a reconocer. Mira, no lo tomes a mal, yo sé bien (vaya si conozco) de tus rectas intenciones, de tus desvelos y sudores en cuaresma y semana santa, se bien que tu entrega en la elaboración de adornos y alegorías, de conciertos y velaciones es sincera y real… no, si eso esta muy claro. Por algo eres cucurucho, como lo fue tu padre y tu abuelo.. y los padres y los abuelos de ellos; no, si yo lo sé bien, que tu entusiasmo es verdadero, que me amas y que te entregas a conmemorar mi pasión de manera intensa, haciendo de ésta época, tu momento de encuentro conmigo.
No te confundas y creas que esto es nuevo para mí. Así ha sido desde hace mucho tiempo, recuerdo muy bien cuando tu padre te puso tu primera túnica, él estaba muy orgulloso (yo también, no creas…) la abuela dejó mucho ruedos y dobladillos altos para que cuando crecieras, la túnica pues se desarrollara contigo. No olvido ese primer momento, tenías miedo… no lo niegues (a mi… vas a negármelo a mi, que todo lo sé…) te asustaba un poco la cantidad de gente, los otros niños vestidos como tú (¿ recuerdas como algunos lloraban…?) te inquietaba mi imagen, ensangrentada, doliente, herida, pero pronto supiste (tu padre así te lo explicó) que esa sangre, ese dolor y esas heridas eran por amor a ti. Tu mente infantil lo comprendió a medias, pero el Espíritu Santo, hizo la otra parte. Cargaste tu primer turno en la procesión infantil y sin saber porque, supiste que ibas a ser cucurucho toda la vida.
Te enamoraste de las filas, de las alfombras, los huertos te parecían (a mi también me lo parecen) jardines hermosísimos; las marchas sustituyeron a las rondas infantiles y a las canciones de cuna (¿ recuerdas cuando dormías con las notas de “La Fosa”?). Creciste y la adolescencia te hizo ver que cucurucho, ibas a ser para siempre. Las Marchas compartían el espacio junto a la música de moda, tus motivaciones eran de cucurucho y esperabas la cuaresma más que la navidad. Nunca entendiste (en el fondo… yo tampoco) a tus amigos que el Viernes de Dolores iban de paseo a la playa, al puerto, al lago y que regresaban tostados por el sol hasta el Domingo de Resurrección, ellos tampoco entendían porque si tu te quedabas en la ciudad, también llegabas de vuelta a clases cansado pero feliz, y lo que mas les aturdía era que regresabas quemado pero únicamente del rostro… tu sonreías y los compadecías, “no saben de lo que se pierden”. Creciste y la tradición continuó, viste muchas cosas pasar… crecieron las andas, aumentaron los itinerarios, cambiaron directivas y párrocos; pero tú siempre igual, siempre fiel, siempre a mis pies. Llevaste a tu novia a verte cargar y poco a poco la hiciste una cucurucha. El matrimonio compareció y vinieron tus hijos y tus hijas y todos ellos inundan de morado y de negro la sala y las habitaciones de la casa: madrileñas, capirotes, lanzas, cascos e incensarios… todo lo que hay en un hogar cucurucho; sé bien los años en que estuviste a punto de colgar el capirote (no creas… yo me fijo en todo) y fui íntimo testigo de como tú, empujado por la costumbre, por la tradición… pero sobre todo porque yo así te lo hice sentir, corriste a última hora a inscribirte y a sentirte acariciado por el cartabón (recuerdas… eran mis palmadas de satisfacción en tus hombros).
Ah… mi cucurucho, me gusta llamarlos míos, pues creo que me lo he ganado y que ustedes también tienen ese derecho… (¿ sabes que los cargadores me recuerdan mucho a Cirineo…?) ;pues te decía mi cucurucho que cada vez que pones tu hombro en el anda es como si me ayudaras un poco con los pecados del mundo, muchos te dirán que eso no es suficiente, (de hecho… no lo es…) pero yo se bien cual es tu intención y eso es bastante. Yo te conozco desde antes, desde siempre, sé que eres un ser humano lleno de defectos y que caes a cada momento (¿ olvidas que estoy en cada confesionario del mundo…?) sé tu lucha diaria por ser mejor, y eso me llena de satisfacción. Por eso es que eres un predilecto mío, por eso es que espero que –como te dije antes- cuando nos veamos éste Viernes Santo, o Jueves Santo, o Domingo de Ramos… me empieces a conocer y a reconocer. Que me conozcas en la palabra, para que creas en mí en espíritu y en verdad. Que recurras a mi Madre (que es la tuya…) y que la frecuentes confiado y extasiado como lo haces cuando vas en procesión y te quedas allí atrasito, en donde ella va, con su dolor que es el mas grande de todos, haciendo su papel de corredentora en silencio y con obediencia. Deseo que me conozcas bien, para eso debes tratarme me encontrarás en el Sagrario esperándote como un amigo, para platicar, para que me cuentes tus cosas y yo te pueda aconsejar, o simplemente para estar juntos, en silencio, que a veces (y tú lo sabes bien..) es también oración. Pero ojala que esta vez, en éste turno, me reconozcas en el hermano, en la cruz de nuestros hermanos, esa en la que nadie reparte el peso de aquel enorme madero que agobia al prójimo y que muchos se niegan a llevar pues creen (a veces tú también) que no es nuestro, que es problema de otro; todos están acomodados en la ilusoria vida de confort y vanidad; todos huyen a la cruz y se alejan de ella. Mi corazón desea pues, que me reconozcas en tus hermanos, sobre todo en los mas necesitados, los mas pecadores, los mas marginados… que me reconozcas en cada persona, en los amigos y en los enemigos, en los que te hacen bien, y en los que te procuran el mal y que a todos ellos los ames, tal y como yo los amo... (que difícil), que las procesiones sean una oportunidad de servir a los demás, que perdones, para ser perdonado y que te entregues por fin… a Mi. Ojalá que cuando termines cada turno en esta Semana Santa, y al dejar el brazo (yo se bien que con sincera nostalgia e íntima tristeza) y sacar el hombro del anda donde me llevan por las calles, estés fortalecido para meter el hombro en la Cruz : en la tuya, pero sobre todo en la ajena. Ojala que ésta Cuaresma y Semana Santa, me conozcas y me reconozcas, mi fiel cucurucho, para que así el próximo año, seas un poco mejor.
Pero Bueno…. Mi cucurucho (ya no te quito el tiempo…) ponte los guantes… y busca tu brazo, prepara tu alma que mi anda ya se aproxima, recuerda que cada turno es oración y ojala que éste del 2009, sea de conversión. Buen Turno… y te veo en la fila.
Jesús.
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3 comentarios:
tremendo texto,
y tan real, eso si es ser cucurucho,
si reconocemos a Jesús no solo en el anda,
alli es donde somos verdaderos cucuruchos, y yo se que ustedes amigos mios realmente lo son y de los buenos
verdaderamente un buen texto elacionado a todos nosotros que año con año estamos hay acompañandolo y tamn bien por que muahcas veces nos olvidamos de el verdaderamente un texto que nos deja en que pensar y nos da ala vez una muestra mas del amor de dios
sólo quisiera comentar que debiese dar los créditos correspondientes a Mario Martínez Chuy, quien es el autor de éste bello texto
Vamos Señores!
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